[et_pb_section fb_built=”1″ _builder_version=”4.4.3″][et_pb_row _builder_version=”4.4.3″][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”4.4.3″][et_pb_text _builder_version=”4.4.3″ text_text_color=”#00457a”]
En esta ocasión escribo porque me han invitado a hacerlo, lo cual me pone muy feliz porque me da la oportunidad de compartir mi experiencia. El tema que nos une hoy es el del dolor y el sufrimiento.
No me toca a mí definirlo ni sustentar sus diferencias. Diferencias tan sutiles y cercanas y tan lejanas a la vez. Lo que sí me corresponde hoy, por mi práctica profesional, es observarlo, sentirlo, compartirlo y acompañar en su dolor al otro.
El escribir frente al dolor sentido dentro de la terapia de duelo es un recurso muy valioso, práctico y catártico que ayuda mucho a los propios dolientes, donde descubren sus talentos casi poéticos en relación a su dolor y les devuelve un sentido de trascendencia frente a la muerte, sobre todo, si es de un hijo.
El dolor y el sufrimiento dentro del proceso de duelo por la muerte de un ser querido, llevan implícito el amor, una relación vinculada emocionalmente en el amor y con diferentes dimensiones dentro del amor mismo. Así, la muerte rompe la relación física de tajo, la fragmenta, la arrebata y la acaba con una sensación de mucho dolor. La lógica no funciona, no nos consuela cuando la muerte no respeta las generaciones, ya que cualquier muerte la vivimos como sorpresiva e injusta.
Frente a la experiencia de la muerte, el dolor es inevitable. Es personal e intransferible. “El dolor es total: Es físico, biológico, emocional y espiritual”, como lo menciona el psiquiatra colombiano Jorge Montoya. Nos abruma y nos rebasa porque no fue por elección propia. ¡La vida nos lo pone de frente y nos arroja al reto del cambio de nuestra nueva realidad inevitable… ya no está!
Por ello, afloran otros sentimientos como el enojo, la frustración, la impotencia, la tristeza profunda, así como la negación sana frente al hecho, como reclamo a la vida por lo que nos está haciendo. Por lo que no queremos experimentar.
El cambio obligado a nuestra propia realidad frente a la ausencia siempre presente de nuestro ser querido y que nos lleva a un estado de reflexión, es decir de aislamiento, de soledad, de introspección donde la energía psíquica y física la ocupamos para sobrellevar el dolor sentido. Sobrevivimos a nuestra vida. El sufrimiento aparece y se intensifica con el tiempo, cuando transcurren los días, los meses, los años. Donde los amigos, los familiares y nuestra red social de apoyo se alejan y nos exigen “estar bien” porque a los ojos de los otros ha pasado el “tiempo suficiente” que promueve la falsa creencia de que se sana mágicamente y que el tiempo lo cura todo para superar la pérdida.
Y en nuestro interior, el dolor se agudiza y se intensifica convirtiéndose en sufrimiento como elección de vida. Nos victimizamos porque ahí necesitamos, porque ahí queremos, porque ahí nos conviene estar en este caos y desorden psíquico del proceso de duelo.
Los procesos de duelo son de dimensión emocional y mental. Son como la rueda de la fortuna, donde las emociones suben y bajan que nos dan la sensación de enloquecer y, frente a esta vorágine de emociones, el sufrimiento parece interminable, infinito.
Pero el sufrimiento y el estrés que provoca el primero, llega a su fin por elección propia. Por cansancio emocional extremo y por la gran necesidad de recuperar nuestro sentido de vida, porque entendemos, aceptamos y sentimos que nuestro ser querido ya no vuelve a nosotros porque la muerte no es reversible. Y así, el reto evidente: Aprender a vivir sin él o ella, porque mi vida sigue. La vida sigue su curso.
Y la relación con ese ser querido continúa, pero de otra forma. Cuando recuerdo, recreo y revivo las sensaciones y lo que el otro me hizo sentir, lo que me dio. Recordando sus gustos, su palabra, su olor, su voz. Honrando y reconociendo su amor entregado. Honrando lo que aprendí… honrando lo que me dio… honrando lo que fue con… honrando lo que fue su existencia…
Los buenos recuerdos se atesoran y los malos recuerdos se sanan. El sufrimiento nos da la posibilidad de creer como personas, y el duelo sano tiene como objetivo salir fortalecido de la experiencia y desarrollar nuestra inteligencia emocional.
El dolor y el sufrimiento humano son los mayores estímulos para el desarrollo de nuestra fortaleza emocional. Parece ser el único camino que se presenta como absurdo e inútil pero todavía son condicionantes de la experiencia humana.
El ser humano se inclina al equilibrio, a la estabilidad, por eso el dolor y el sufrimiento presentes en los procesos de duelo tienden a disminuir, a acomodarse, a dimensionarse y ello le permite al doliente recuperarse, reencontrarse y resignificar sus relaciones y su proyecto de vida.
El nacimiento y la muerte, hechos místicos y enigmáticos, nos proyectan al cambio constante que nos hace ser, crecer y descubrir quiénes somos. Solo con ellos podemos hacer un alto en la vida para escucharnos, reconocer nuestras necesidades y trazar nuestro camino.
[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row _builder_version=”4.4.3″][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”4.4.3″][et_pb_image src=”https://acompana.org/wp-content/uploads/2020/05/El-dolor-y-el-sufrimiento-dentro-del-proceso-de-duelo-por-la-muerte-de-un-ser-querido-llevan-implícito-el-amor…-1.jpg” _builder_version=”4.4.3″ hover_enabled=”0″][/et_pb_image][/et_pb_column][/et_pb_row][/et_pb_section]
Clau muchísimas gracias, tus palabras siempre llevan un pedacito de tu corazón ❤️
Son unas enseñanzas de vida muy importantes…
Gracias
Gracias!! Gracias por tu cariño siempre.
Que gran reflexión, hermosas palabras llenas de esperanza.
Estupendo artículo Claudia!
Que sensibilidad!
Gracias!! Gracias Gaby, expresado desde mi vulnerabilidad.
Clau gracias hermosas palabras tan llenas de amor y ezperanza
Muchas gracias Alejandra!!
Una de las experiencias que viví con el duelo por perder al hijo, por segunda ocasión es entender, comprender y aceptar que es la vida y que es la muerte y por lo tanto, como lo trasladan a tus creencias de Dios. Esto independientemente del trabajo de duelo y otros puntos a considerar. Una señal del avance del dolor es cuando dices ” así lo tuviera abrazado, el iba a partir “.
Así es, Gabriel! En la vida y en la muerte reconocemos y nos encontramos con nuestra propia dimensión espiritual y con Dios!
Hay que darse en vida… hermano en Vida!
Muy bello y cierto lo que escribes. Gracias.😘
Gracias! Un abrazo Laura
Qué bonito artículo!! Muy bien escrito. Muchas gracias me sirvió mucho leerlo durante el proceso del duelo que estoy viviendo
Gracias
Que gusto Paty!! Hazlo tuyo…