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NECESIDADES EMOCIONALES DE LOS NIÑOS EN DUELO

 

¿Los niños comprenden la muerte? Es la gran interrogante, constante bajo la percepción del adulto, acompañada de sentimientos como incertidumbre, ansiedad, preocupación y mucho miedo.  Y es una pregunta, más común de lo que podemos imaginar, y que expresan muchos adultos cuando llegan a consulta por la pérdida de un ser querido.

En este texto, en el que baso mi exposición, trataré de escribir desde mi corazón y con mis conocimientos lo más claro posible, transmitir mi experiencia de cómo se sienten y qué necesitan los niños que pierden personas importantes, relaciones valiosas y cercanas e incluso, objetos significativos donde el niño deposita su amor y su seguridad.  Son ya, 10 años de experiencia profesional, de vivencias personales trabajando con niños y sus familias y del proceso de aprendizaje sanador de mi historia personal.

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La mayoría de los padres y los adultos en cualquier ámbito, en relación a los temas de enfermedad grave, accidentes, algunas dificultades mayores y sobre todo la muerte, toman una postura de sobreprotección a los hijos y a los niños, actuando y evitando que estos se enteren y conozcan, y con mayor esfuerzo ocultan la muerte de un miembro cercano de la familia.

Sin embargo, la mayoría de los niños ya conocen la muerte, es más, viven con ella. Algunos expertos hablan según estudios, que a los 18 años de vida de un niño ya ha presenciado cerca de 18,000 muertes que aparecen en las películas, en los dibujos animados, en libros, en los juegos interactivos cuando ellos juegan y en los programas de televisión.  Aún más, la ven en las muertes reales que nos enteramos por las noticias y por algunas muertes personales del propio niño o que vive en su familia o de las familias de otros niños en la escuela y en su ambiente.

Cuando los niños ven un pajarito o un perro muerto en la calle, o en algunos casos su propia mascota, están presenciando la realidad de la muerte. Así, los adultos intentan proteger a los niños de la muerte y con ello, es inútil. Por lo contrario, los adultos debemos darles la oportunidad a los niños de aprender de la muerte durante su vida cotidiana, aprovechando justo esos momentos “pedagógicos” y las oportunidades que la vida te presenta y te presentará, como de los sucesos que ocurran en familia, para explicarles los conceptos básicos acerca de la muerte y del profundo dolor que esta causa.

Vivimos en una sociedad negadora del dolor y de la muerte. Los valores que prevalecen y que se consideran “prioritarios” son la juventud, la belleza física aparente, el placer inmediato y gratificante y el materialismo. Hemos perdido el punto de vista del sentir y del dolor humano manifestado en la compasión por el otro cuando estos más nos necesitan.

Por ello, considero de vital importancia el crear conciencia de este vacío existencial con el que socialmente se nos pide “educar” a nuestros niños, y para ello, estoy convencida de que podemos hacer las cosas de otra manera.

Enfocados en la realidad mexicana y en las demandas cada vez mayores de seguridad que socialmente exigimos, nos hemos visto en la necesidad de dotarnos y de dotar a nuestros niños de HERRAMIENTAS que nos ayudan a manejar de forma adecuada los momentos de adversidad que de alguna manera u otra hemos vivido.

La muerte de un ser querido es considerada como la realidad más angustiante y estresante que podemos vivir, tanto en los niños como en los adultos, y considero esencial aprender a manejarla y que nos preparemos los adultos de la mejor manera para afrontarla, y en ello hacerlo con los niños de una forma más sana.

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Entender y comprender cómo piensa el niño con respecto a las pérdidas y la muerte es importante, y al saberlo, le será más fácil comunicarse con él, y prepararlo de una manera cálida, eficiente y amorosa; fortaleciendo así su desarrollo emocional y psíquico que sembrarán las bases para experiencias futuras de pérdidas y duelos.

Cuando los niños aprenden sobre la muerte y el dolor que ésta provoca de una manera natural y sensible, desarrollan una buena capacidad emocional para afrontar sus pérdidas y las verdaderas crisis que podrán vivir en el futuro. Los padres deben de ser francos con sus hijos cuando ocurre una muerte en la familia. Los secretos familiares sólo hacen que los niños se sientan más asustados y ansiosos. Además, los secretos no duran demasiado y provocan muchos conflictos a largo plazo.

Cuando llega el momento de hablar con los hijos de la muerte, la mayoría de los adultos se inspiran en las propias experiencias de su niñez. Las heridas infantiles no sanadas en el adulto, se tienden a repetir y se transmiten los mensajes con la misma evasión o negación que conducen al distanciamiento emocional entre los miembros de la familia. Estas posturas no favorecen ni preparan a los niños para la verdadera eventualidad de la muerte. Revisar en el adulto estas experiencias infantiles será la tarea.

Las familias que comparten sus verdaderos sentimientos, desarrollan un vínculo de proximidad y de interés mutuo que resulta muy conveniente. Decirle a los niños que a veces te sientes enojado, dolido, triste, confundido e indeciso, es una manera positiva de transmitirles que tienen derecho de expresar sus sentimientos, a llorar y así podrán abordar otros temas fuertes y serios que se presentarán dentro de la familia, incluyendo así, el tema de la enfermedad y muerte.

Bajo estas circunstancias, entonces volvemos a preguntarnos qué le digo al niño para que entienda qué es la muerte, y la respuesta está en relación con su propia percepción. Y su propia percepción de lo que sucede estará influenciada por la personalidad, la edad, la propia madures y por su pensamiento mágico, característica importantísima que acompaña a los niños en su entendimiento, pensamiento y en su comportamiento.

El pensamiento mágico actúa, a veces no ha su favor,  y le explicará a la conciencia del niño, su propia versión de lo sucedido, como una forma sana de protegerse frente a esa difícil realidad que no le gustará y por ello echará marcha de sus propios mecanismos de defensa y de sus propias experiencias previas, si es que las hay.

Es importante por ello, que el adulto debe comunicar la mala noticia con la verdad, sin detalles médicos (que no se entienden) o morbosos (muy detallado), con la cual, el niño comenzará un proceso de duelo sano y así se evitará que se formen los llamados patrones disfuncionales de duelo. Las mentiras, la información a medias, las explicaciones falsas o los secretos familiares de que fue lo que realmente sucedió solo le hará daño.

Superar un duelo con mentiras o con la versión no adecuada, afecta profundamente el sentir, el ser y el alma del niño.

Los niños perciben y reaccionan ante la muerte de un ser querido de muy distintas maneras.  Dependerá de la personalidad, la sensibilidad, la habilidad para enfrentarse a situaciones difíciles y principalmente al nivel de desarrollo y la capacidad del pensamiento abstracto, es decir, “la edad del niño”.

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Hay dos percepciones básicas para explicar:

La primera es la llamada “percepción específica”, la cual significa que los niños pequeños de 2 a 5 años ven la muerte como un incidente concreto. Sólo el que se murió, es el que muere. No piensan en la muerte de manera general, abstracta y global.

La segunda es la llamada “percepción literal”, la cual significa que el niño se toma todas las palabras que oye de forma literal, así como las experiencias que vive y las imágenes visuales que ve.  Así, por ejemplo, la expresión “me he muerto de la risa” o “me vas a matar”, puede que no haga gracia a un niño pequeño.

Los niños captan rápidamente los sentimientos y las emociones de sus padres. Saben cuando éstos están ansiosos o preocupados. Los niños desean ser informados y tranquilizados por lo que les ocurre a los padres y porque están en este proceso de aprendizaje de manejar las emociones.

Establecer relaciones profundas y buenas con un niño siempre es importante, pero lo es aún más si el niño está de duelo. Cuando el niño que está de duelo hace una pregunta, y los adultos se muestran temerosos y dudosos de la respuesta, lo expresan a través del lenguaje no verbal. La relación que se establece con el niño—es más importante que la propia respuesta.

Al responder a las preguntas de los niños que están de duelo, estrechamos nuestras relaciones con él.  Así, el objetivo es crear una situación en la que el niño sienta suficiente confianza como para hacer otras preguntas, en bien del ahora y del futuro, y que sepa que cuenta con  alguien de su total confianza con quien poder hablar.

En el duelo infantil es necesario y vital recordar que el niño perdió a un ser querido, un rol específico y por ello su vida ha cambiado drásticamente, por ello, se pueden mostrar principalmente enojados y tristes hasta que se adapten y afronten su nueva realidad.

Veo en consulta por lo general, que los niños en duelo se sienten destruidos, confusos, con miedo, solos y afligidos.

 La mayoría expresa que su mayor deseo es, que la persona vuelva a estar viva y esté con ellos de nuevo, y hay que explicarles que eso ya no es posible por las implicaciones de la muerte. El verdadero apoyo a un niño en duelo, es dejar que “no se sienta bien” -sin que queramos “curarlo”-, y mantener una presencia amorosa, de escucha, mirarlo y estar ahí con él.  Abrazarlo si para él es aceptable. Escuchar con el corazón y con todos nuestros sentidos, aceptándolo y sin juzgarlo, es la mejor opción, entonces la ayuda será poderosa y muy valiosa.

Todos necesitamos sentir que hay alguien dispuesto a escucharnos y oírnos.  El que se nos escuche, y el que sintamos que alguien nos escucha, es una de las maneras más importantes de sentir que alguien nos quiere y nos valora. En especial, el niño que está pasando por el desconsuelo del duelo y que necesita saber que hay alguien dispuesto para él.

El niño que está de duelo hará preguntas difíciles y curiosas, contestarle implica prestar total atención, y no preparar nuestras respuestas mentalmente mientras el niño está hablando y a la vez, ser receptivos a sus sentimientos, su dolor y su pena.  El objetivo de escucharle es que sienta que alguien le entiende y le reconoce, igual que lo necesita el adulto en duelo.

Los niños pequeños sí viven el duelo, porque el duelo es la respuesta natural al amor y a la pérdida. Si el niño tiene edad suficiente para querer y amar, también tiene edad suficiente para sentir el duelo.

Pero los niños pequeños expresan el duelo de manera diferente a los adultos. Lo hacen en pequeñas dosis a la vez, con breves expresiones de emoción, de juego y luego siguen como si nada hubiera pasado. Entonces los adultos se confunden y se preguntan: ¿Entendió lo que pasó?; ¡Yo creo que no entendió lo que le explicamos!;   ¡Yo creo que no siente nada!;    ¡Yo creo que no le importó!; etc.

Un concepto y puede parecer muy divertido para el adulto, es lo que llamamos la interpretación literal: Los niños interpretan lo que se les dice de forma literal, y es por ello que es importante evitar el uso de eufemismos o metáforas al hablar sobre la muerte con ellos, ya que no las entienden y no pueden descifrar su doble sentido. Decirle a un niño pequeño que la abuela “está durmiendo” en lugar de decirle que la “abuela ha muerto”, puede provocar que el niño se pregunte, si está dormida ¿cuándo se va a despertar?— y esto puede provocar que el niño mismo tema dormirse. Lo mismo sucede cuando les expresamos: “se fue al cielo”, “se ha ido” o “se fue a un largo viaje”.

Desde el punto de vista del desarrollo, todavía no pueden valorar la inmensidad de lo que sucedió. Los niños pequeños tampoco cuentan con el extenso vocabulario del adulto o de la facilidad de palabras para poder expresar sus sentimientos de la misma manera que los adultos, lo podrán hacer los más grandecitos.  Pero sí están “tristes por dentro”, aunque no tengan palabras suficientes para expresarlo, y necesitan nuestro apoyo diario sobre todo cuando se ponen tristes.

 Las preguntas de un niño en duelo cobran una gran importancia, por ello es necesario explicarles desmenuzado el concepto de la muerte.

El concepto de la muerte como tal, es bastante confuso para niños menores de 6 años. Creen en la reversibilidad del morir. Debido a esa confusión sobre lo que significa morir, por lo general hacen muchas preguntas y hacen las mismas preguntas una y otra vez también. Cada vez que les respondemos esas preguntas, puede que oigan algo diferente, con un mayor nivel de comprensión.  Los adultos a cargo se cansan y se desesperan de la repetición y podemos reaccionar impacientes con el niño, incluso pidiéndole ya su silencio.

Pero más que la comprensión cognoscitiva, lo que el niño busca es una relación con esos adultos, buscando la tranquilidad de que el mundo sigue siendo un lugar seguro, un lugar bueno, un lugar certero. Esta tranquilidad es necesaria en el más básico nivel humano. Las palabras que digamos son importantes, pero aún más lo es la manera en que las digamos y lo que el niño siente como resultado de nuestras palabras, eso es lo que en realidad les importa.

Otro concepto a explicar es la permanencia: Cuando una persona muere, el niño no entiende que la muerte es permanente. Siente la muerte más como una ausencia, como que su ser querido ha desaparecido “para siempre”. Debido a su limitada comprensión del concepto de tiempo, se preguntan si la persona que murió regresará. También puede que se pregunten si pueden “visitar” a esa persona en otro día.  También es bastante común que el niño vaya por ejemplo al entierro y al funeral de su abuelo y luego pregunte si el abuelo va a venir a cenar el domingo.

También hay que ser concretos, debido a su falta de capacidad para procesar conceptos complejos, las explicaciones que les demos a los niños tienen que ser breves. Sin explicaciones extensas, científicas o médicas.

En situaciones de duelo es vital mantener los límites y las reglas de casa, e incluso extenderlos a la escuela. Continuar con su cotidiano y las actividades les da contención, seguridad y equilibrio emocional.

Usar las palabras muerto y muerte, con las cuales los adultos siempre expresan temor y duda por mencionarlas, se muestran renuentes a usarlas. Convencer al adulto de lo contrario será la tarea.

 Los niños necesitan adultos calmados, quienes les ayuden a  entender y a identificar sus  sentimientos, independientemente de cuáles sean.

Necesitan adultos solidarios a quienes poder expresarle sus sentimientos y temores, su dolor y su alegría, sus tonterías infantiles y sus tristezas. Necesitan poder ser ellos mismos y que se les acepte y se les quiera tal y como son.

Las creencias religiosas y culturales pueden ser reconfortantes a las personas que estén afligidas, incluyendo a los niños. Todos somos seres con necesidades espirituales.

Y por último, explicarle a los niños de los días festivos es recomendable. Los días festivos intensifican la tristeza y el dolor que ya de por sí sienten. Los recuerdos de los días pasados son un tremendo contraste con la pérdida que se siente en estos días festivos futuros.  Y la persona que está de duelo puede sentirse más aislada y diferente. Es muy normal volver a sentirse solos, fuera del círculo de diversión, alegría y unión.

 Recuerde que no todos enfrentamos el duelo de la misma manera, incluso aunque sean miembros de la misma familia. Deje que todos en la familia expresen sus deseos para los días especiales, que se manifestarán cíclicamente difíciles por un tiempo largo: Fechas significativas como son los cumpleaños, el día de la madre, el día del niño, las Navidades, día de muertos y el aniversario luctuoso.  Trate de buscar la manera de respetarles los deseos a cada uno de ellos. En muchos casos no es necesario tener que escoger entre todo o nada, hacerlo de una manera nueva y diferente puede ayudar. Respete el duelo y las esperanzas de todos.

Claudia Villarreal

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